Plegable Vocacional
lunes
Proceso Vocacional de la Madre Caridad
Te invitamos a conocer una vida Franciscana, la Madre Caridad Brader zahner, quien vivió una vida hecha caridad, renunció generosamente a los bienes terrenos para vivir en austeridad y pobreza, siguiendo a Cristo a ejemplo de San Francisco de Asís. Adoró reverente a Dios en la Eucaristía, y encontró en ella el Sacramento de la comunión perfecta con Cristo y el fundamento de la fraternidad universal, Amó y veneró a la Santísima Virgen como a su protectora y le confió el cuidado de su Congregación, descubrió y alabó en la naturaleza las huellas del Supremo Creador. Experimentó la presencia de Dios en su vida y la convirtió en un continuo acto de amor y de adoración, asumió con humildad el designio de Dios que la escogió como fundadora de una Congregación, Enseñó con su ejemplo a vivir la Fe, la Esperanza y la Caridad. Confortó con su bondad a los pobres enseñándoles a confiar en la Divina Providencia.
La vida religiosa colmaba plenamente sus anhelos; la felicidad se transparentaba en su rostro y el júbilo, que no pocas veces exteriorizaba con espontáneas carcajadas, era la nota predominante con la que sabía infundir alegría en el ambiente que la rodeaba.
Cuando la Madre Caridad viajó desde Suiza al Ecuador para iniciar su apostolado misionero, llegó a la población de Chone- Ecuador, en donde encontró una región muy pobrísima; la gente carecían de todo: de vivienda, ropa, alimentos y educación. Más tarde en la fundación de Túquerres-Colombia, el panorama fue lo mismo. La Madre Caridad y las primeras hermanas viven la pobreza que tanto amaban, la vida transcurría entre continuos y heroicos sacrificios alternando sus labores escolares con los oficios domésticos; estos últimos debían realizarlos por la noche a la pálida luz de una vela. De allí que en las crónicas encontremos relatos que nos muestran muy a las claras la pobreza de la Madre Caridad y sus primeras religiosas. En ocasiones a las 11 de la noche les tocaba llevar enormes canastas con la ropa lavada para colgarla o recoger la seca; no pocas veces la lluvia interfería su labor y era preciso echar mano de un maltrecho paraguas para favorecer la que estaba lista para aplanchar. La Madre Caridad, viendo a sus jóvenes hermanas con tanto trabajo hasta altas horas de la noche, exclamaba: "¡Pobres Hermanas!" y con el cariño de una madre, les preparaba una reconfortante bebida para que se calentaran y pudieran conciliar el sueño durante las pocas horas de que disponían para el descanso, porque a las cuatro y media de la mañana ya empezaba otra vez la jornada de aquella familia franciscana, pobre y alegre porque todo lo hacían por amor a Dios".
Su amor a la pobreza la manifestaba no sólo en su vida personal y comunitaria, sino en el amor y ayuda que brindaba constantemente a los pobres.
Estando en Pasto, donde se trasladó la Casa Madre después de 34 años de permanencia en Túquerres, la Madre Caridad ideó una manera de ayudar a las clases más desfavorecidas y a un número considerable de mendigos que diariamente tocaban a la puerta del convento solicitando una limosna. Para ello organizó lo que más tarde se llamaría "la sopa de los pobres". Cada día se preparaba un almuerzo para los centenares que acudían con su vasija a recibir el alimento que la mano pródiga de la Madre Caridad les ofrecía. Ella misma iba a la puerta donde se repartía el almuerzo y probaba la sopa para darse cuenta de que fuera sustanciosa, pues decía que muchos no tendrían otra comida durante el día. Ella lo tuvo todo y hubiera podido aspirar a una vida llena de comodidades, voluntariamente renunció a todo, para seguir al Señor pobre a imitación de San Francisco de Asís.
La Madre Caridad hizo infinidad de viajes; quién sabe si sumando todos los kilómetros que recorrió hubiera podido dar la vuelta alrededor del mundo. no se pueden valorar, ni siquiera imaginar las dificultades inauditas, las peripecias increíbles y los peligros innumerables a que se expusieron la Madre Caridad y sus jóvenes religiosas, quienes tuvieron que utilizar todos los medios de transporte de la época: caballos, mulas, canoas, trenes, buses, barcos, etc. Los viajes de la Madre Caridad tuvieron todas las facetas posibles y parecía que en cada uno de ellos, iba directamente al encuentro con Cristo que la llamaba con la fuerza de su amor. Hizo viajes como misionera para ayudar, motivar y animar a las religiosas que Dios había destinado para la evangelización entre los indígenas; viajes vocacionales, buscando y atrayendo nuevos operarios para la viña del Señor; viajes para fundar nuevas casas de la comunidad, abrir escuelas y colegios o impulsar las obras que ya estaban funcionando. Casi no podemos imaginar lo que era en aquel entonces hacer un viaje de ocho días a caballo para cubrir una distancia de apenas 400 kilómetros; utilizar a veces la canoa para atravesar los ríos, porque no había puentes y dormir en cualquier casucha donde la gente se lo permitiera.
Todo esto le sirvió a la Madre Caridad, para conocer ampliamente la geografía, aprender muchísimo de la historia, costumbres e idiosincrasia de las diversas regiones por las cuales transitaba.
LA ALEGRIA FRANCISCANA
Era alegre y jovial; reía con esa risa franca y espontánea, fiel reflejo de una conciencia tranquila que anda siempre en la presencia de Dios. Con frecuencia estallaba en alegres carcajadas para celebrar los chistes que en ocasiones hacían las hermanas. Le gustaba sobremanera sorprender a las religiosas haciéndoles visitas inesperadas, porque veía los apuros en que se encontraban al no tener nada listo para recibirla. Gozaba mucho dando esas sorpresas que resultaban muy agradables para las comunidades a las cuales llegaba. Celebraba con especial regocijo las fiestas de Pascua de Navidad y de Resurrección y el Día de Inocentes gozaba haciendo bromas a sus religiosas. En una ocasión hizo preparar unas deliciosas tortillas para el almuerzo y con gran seriedad se dispusieron a gustarlas; ella observaba la dificultad que tenían para cortarlas hasta que las hermanas se dieron cuenta que las famosas tortillas eran de "algodón". Con una de sus peculiares carcajadas a las que hicieron eco las de las hermanas, celebraron la original inocentada. Sus chanzas eran realmente sanas; celebraban también los dichos y hechos graciosos que fueran espontáneos; pero no permitía que las cosas santas fueran objeto de risas o de burlas. Trabajaba de todas maneras para alejar de sus religiosas la tristeza o la melancolía y decía: "La alegría debe florecer en el convento porque una religiosa no tiene por qué estar Triste". En ocasiones, cuando se esperaba en la Casa Madre la llegada de algunas hermanas que venían de cualquiera de las casas vecinas, salía en compañía de una religiosa por el portón de los pobres, como se llamaba la puerta posterior del convento, y recomendaba que no lo dijeran a nadie, pues quería dar la sorpresa a las que estaban por llegar. Por supuesto que en ocasiones, se produjo revuelo en el convento, cuando no se sabía a ciencia cierta dónde estaba la Madre Caridad, quien más tarde aparecía sonriente acompañada de las viajeras. La vida santa fue alegre en medio del sufrimiento, clara y transparente como su alma y dejó un recuerdo placentero entre quienes la conocieron y convivieron con ella
UNA VIDA HECHA CARIDAD
El servicio humanitario de la Madre Caridad demuestra cómo su corazón y su mente estaban siempre atentos para remediar las necesidades de los demás aún a costa de su vida o la de sus hermanas
La Madre Caridad, por medio de la oración, resolvía todos los problemas que se le presentaban. Tenía una gran devoción a la Virgen Santísima y especial predilección a San José, de quien recibió muchos favores. Entre ellos la adquisición de la casa de formación en Suiza. Una vez en Narganá se interesó por conocer las costumbres y modo de vivir de sus habitantes.
Ella amaba a la niñez y con predilección a la más desamparada; protegía a la juventud, y quería que sus religiosas educaran a las alumnas según la consigna: "Toda educación debe hacer sentir a las niñas su dignidad humana, estar impregnada de Dios y tener como centro la Eucaristía".
Su nombre fue el eco de esta virtud que practicó en grado admirable y que no se cansaba de recomendar a sus religiosas. Ella, como San Pablo, podía decir: "La caridad todo lo soporta, todo lo perdona, todo lo tolera, no toma en cuenta el mal". Cuántos ejemplos y lecciones de caridad heroica se encuentran a lo largo de su existencia porque esta virtud constituyó ciertamente la esencia de su vida.
EN DIOS Y CON DIOS
De San Francisco de Asís se dijo que "era el hombre hecho oración"; algo semejante se podría decir de la Madre Caridad. Ella vivió en una atmósfera impregnada de la presencia de Dios; sus trabajos, el gobierno de su Congregación, en fin todo lo hizo en una comunicación continua con el Señor. Con su profundo espíritu de oración alcanzó de Dios innumerables gracias y favores singulares a lo largo de toda su vida.
SENCILLEZ Y HUMILDAD
Es propio de las personas humildes que cuanto más alto llegan en el desempeño de la misión que Dios les confía, más reconocen su propia debilidad e incapacidad y todo lo atribuyen a la gracia y a la misericordia de Dios. Así fue la vida de la Madre Caridad; ella nunca hablaba de sus sacrificios, ni de sus trabajos ni de sus éxitos; siempre rechazaba la alabanza y jamás se atribuía el mérito de las grandiosas obras que realizaba.
A veces fue calumniada, pero no quería consuelo, sino que con ánimo generoso perdonaba las ofensas.
MARÍA EN SU VIDA
Desde niña conocía muchos santuarios en los que se honra de manera especial a la Madre Dios; las peregrinaciones que hacía a esos lugares iban arraigando su devoción a la Virgen María. Fueron numerosos los consejos que dio a las maestras para que, como educadoras, inculcaran en las niñas el amor a la Santísima Virgen. Durante su vida pero especialmente cuando la enfermedad y la ceguera le impidieron leer, desgranó miles de veces las cuentas de su rosario, honrando con esta devoción a la Madre de Dios. Sin alardes ni pretensiones, la Madre Caridad iba plasmando la imagen de Jesús y de María en su propia vida.
EL LLAMADO DE DIOS
En los últimos años de su carrera pedagógica, comenzó a sentir la llamada de Dios a la vida religiosa. Ella admiraba mucho las comunidades que había conocido pero en ninguna encontraba el ideal de pobreza que perseguía. En su hogar tenía lo que una joven pudiera desear; sin embargo, quería abandonarlo todo y seguir a Jesucristo pobre y humilde, a imitación de San Francisco de Asís, al fin encontró un convento llamado María Hilf (María Auxiliadora) el cual le dio acogida. Así el 01 de marzo de 1881 recibió el hábito franciscano y cambió su nombre de Carolina Brader Zahner, por el de SOR MARIA CARIDAD DEL AMOR DEL ESPIRITU SANTO. Se iniciaba así para Carolina la realización del gran ideal de su vida: entregarse a Dios en pobreza y austeridad. La joven novicia Caridad se entregó con todo el ardor de su alma a las prácticas de la vida religiosa. Sus hermanas en Comunidad contaban cómo se distinguió por el cumplimiento de sus ejercicios piadosos y su amor y gran reverencia a Jesús Sacramentado. La oración comunitaria la hacía con gran fervor y unción; su sonora voz sobresalía entre las hermanas hasta tal punto que la llamaban "la campana del coro".La vida religiosa colmaba plenamente sus anhelos; la felicidad se transparentaba en su rostro y el júbilo, que no pocas veces exteriorizaba con espontáneas carcajadas, era la nota predominante con la que sabía infundir alegría en el ambiente que la rodeaba.
POBRE ENTRE LOS POBRES
Cuando la Madre Caridad viajó desde Suiza al Ecuador para iniciar su apostolado misionero, llegó a la población de Chone- Ecuador, en donde encontró una región muy pobrísima; la gente carecían de todo: de vivienda, ropa, alimentos y educación. Más tarde en la fundación de Túquerres-Colombia, el panorama fue lo mismo. La Madre Caridad y las primeras hermanas viven la pobreza que tanto amaban, la vida transcurría entre continuos y heroicos sacrificios alternando sus labores escolares con los oficios domésticos; estos últimos debían realizarlos por la noche a la pálida luz de una vela. De allí que en las crónicas encontremos relatos que nos muestran muy a las claras la pobreza de la Madre Caridad y sus primeras religiosas. En ocasiones a las 11 de la noche les tocaba llevar enormes canastas con la ropa lavada para colgarla o recoger la seca; no pocas veces la lluvia interfería su labor y era preciso echar mano de un maltrecho paraguas para favorecer la que estaba lista para aplanchar. La Madre Caridad, viendo a sus jóvenes hermanas con tanto trabajo hasta altas horas de la noche, exclamaba: "¡Pobres Hermanas!" y con el cariño de una madre, les preparaba una reconfortante bebida para que se calentaran y pudieran conciliar el sueño durante las pocas horas de que disponían para el descanso, porque a las cuatro y media de la mañana ya empezaba otra vez la jornada de aquella familia franciscana, pobre y alegre porque todo lo hacían por amor a Dios".
Su amor a la pobreza la manifestaba no sólo en su vida personal y comunitaria, sino en el amor y ayuda que brindaba constantemente a los pobres.
Estando en Pasto, donde se trasladó la Casa Madre después de 34 años de permanencia en Túquerres, la Madre Caridad ideó una manera de ayudar a las clases más desfavorecidas y a un número considerable de mendigos que diariamente tocaban a la puerta del convento solicitando una limosna. Para ello organizó lo que más tarde se llamaría "la sopa de los pobres". Cada día se preparaba un almuerzo para los centenares que acudían con su vasija a recibir el alimento que la mano pródiga de la Madre Caridad les ofrecía. Ella misma iba a la puerta donde se repartía el almuerzo y probaba la sopa para darse cuenta de que fuera sustanciosa, pues decía que muchos no tendrían otra comida durante el día. Ella lo tuvo todo y hubiera podido aspirar a una vida llena de comodidades, voluntariamente renunció a todo, para seguir al Señor pobre a imitación de San Francisco de Asís.
VIAJERA INCANSABLE PARA LA CAUSA DE DIOS
La Madre Caridad hizo infinidad de viajes; quién sabe si sumando todos los kilómetros que recorrió hubiera podido dar la vuelta alrededor del mundo. no se pueden valorar, ni siquiera imaginar las dificultades inauditas, las peripecias increíbles y los peligros innumerables a que se expusieron la Madre Caridad y sus jóvenes religiosas, quienes tuvieron que utilizar todos los medios de transporte de la época: caballos, mulas, canoas, trenes, buses, barcos, etc. Los viajes de la Madre Caridad tuvieron todas las facetas posibles y parecía que en cada uno de ellos, iba directamente al encuentro con Cristo que la llamaba con la fuerza de su amor. Hizo viajes como misionera para ayudar, motivar y animar a las religiosas que Dios había destinado para la evangelización entre los indígenas; viajes vocacionales, buscando y atrayendo nuevos operarios para la viña del Señor; viajes para fundar nuevas casas de la comunidad, abrir escuelas y colegios o impulsar las obras que ya estaban funcionando. Casi no podemos imaginar lo que era en aquel entonces hacer un viaje de ocho días a caballo para cubrir una distancia de apenas 400 kilómetros; utilizar a veces la canoa para atravesar los ríos, porque no había puentes y dormir en cualquier casucha donde la gente se lo permitiera.
Todo esto le sirvió a la Madre Caridad, para conocer ampliamente la geografía, aprender muchísimo de la historia, costumbres e idiosincrasia de las diversas regiones por las cuales transitaba.
LA ALEGRIA FRANCISCANA
Era alegre y jovial; reía con esa risa franca y espontánea, fiel reflejo de una conciencia tranquila que anda siempre en la presencia de Dios. Con frecuencia estallaba en alegres carcajadas para celebrar los chistes que en ocasiones hacían las hermanas. Le gustaba sobremanera sorprender a las religiosas haciéndoles visitas inesperadas, porque veía los apuros en que se encontraban al no tener nada listo para recibirla. Gozaba mucho dando esas sorpresas que resultaban muy agradables para las comunidades a las cuales llegaba. Celebraba con especial regocijo las fiestas de Pascua de Navidad y de Resurrección y el Día de Inocentes gozaba haciendo bromas a sus religiosas. En una ocasión hizo preparar unas deliciosas tortillas para el almuerzo y con gran seriedad se dispusieron a gustarlas; ella observaba la dificultad que tenían para cortarlas hasta que las hermanas se dieron cuenta que las famosas tortillas eran de "algodón". Con una de sus peculiares carcajadas a las que hicieron eco las de las hermanas, celebraron la original inocentada. Sus chanzas eran realmente sanas; celebraban también los dichos y hechos graciosos que fueran espontáneos; pero no permitía que las cosas santas fueran objeto de risas o de burlas. Trabajaba de todas maneras para alejar de sus religiosas la tristeza o la melancolía y decía: "La alegría debe florecer en el convento porque una religiosa no tiene por qué estar Triste". En ocasiones, cuando se esperaba en la Casa Madre la llegada de algunas hermanas que venían de cualquiera de las casas vecinas, salía en compañía de una religiosa por el portón de los pobres, como se llamaba la puerta posterior del convento, y recomendaba que no lo dijeran a nadie, pues quería dar la sorpresa a las que estaban por llegar. Por supuesto que en ocasiones, se produjo revuelo en el convento, cuando no se sabía a ciencia cierta dónde estaba la Madre Caridad, quien más tarde aparecía sonriente acompañada de las viajeras. La vida santa fue alegre en medio del sufrimiento, clara y transparente como su alma y dejó un recuerdo placentero entre quienes la conocieron y convivieron con ella
UNA VIDA HECHA CARIDAD
El servicio humanitario de la Madre Caridad demuestra cómo su corazón y su mente estaban siempre atentos para remediar las necesidades de los demás aún a costa de su vida o la de sus hermanas
La Madre Caridad, por medio de la oración, resolvía todos los problemas que se le presentaban. Tenía una gran devoción a la Virgen Santísima y especial predilección a San José, de quien recibió muchos favores. Entre ellos la adquisición de la casa de formación en Suiza. Una vez en Narganá se interesó por conocer las costumbres y modo de vivir de sus habitantes.
Ella amaba a la niñez y con predilección a la más desamparada; protegía a la juventud, y quería que sus religiosas educaran a las alumnas según la consigna: "Toda educación debe hacer sentir a las niñas su dignidad humana, estar impregnada de Dios y tener como centro la Eucaristía".
Su nombre fue el eco de esta virtud que practicó en grado admirable y que no se cansaba de recomendar a sus religiosas. Ella, como San Pablo, podía decir: "La caridad todo lo soporta, todo lo perdona, todo lo tolera, no toma en cuenta el mal". Cuántos ejemplos y lecciones de caridad heroica se encuentran a lo largo de su existencia porque esta virtud constituyó ciertamente la esencia de su vida.
EN DIOS Y CON DIOS
De San Francisco de Asís se dijo que "era el hombre hecho oración"; algo semejante se podría decir de la Madre Caridad. Ella vivió en una atmósfera impregnada de la presencia de Dios; sus trabajos, el gobierno de su Congregación, en fin todo lo hizo en una comunicación continua con el Señor. Con su profundo espíritu de oración alcanzó de Dios innumerables gracias y favores singulares a lo largo de toda su vida.
SENCILLEZ Y HUMILDAD
Es propio de las personas humildes que cuanto más alto llegan en el desempeño de la misión que Dios les confía, más reconocen su propia debilidad e incapacidad y todo lo atribuyen a la gracia y a la misericordia de Dios. Así fue la vida de la Madre Caridad; ella nunca hablaba de sus sacrificios, ni de sus trabajos ni de sus éxitos; siempre rechazaba la alabanza y jamás se atribuía el mérito de las grandiosas obras que realizaba.
A veces fue calumniada, pero no quería consuelo, sino que con ánimo generoso perdonaba las ofensas.
MARÍA EN SU VIDA
Desde niña conocía muchos santuarios en los que se honra de manera especial a la Madre Dios; las peregrinaciones que hacía a esos lugares iban arraigando su devoción a la Virgen María. Fueron numerosos los consejos que dio a las maestras para que, como educadoras, inculcaran en las niñas el amor a la Santísima Virgen. Durante su vida pero especialmente cuando la enfermedad y la ceguera le impidieron leer, desgranó miles de veces las cuentas de su rosario, honrando con esta devoción a la Madre de Dios. Sin alardes ni pretensiones, la Madre Caridad iba plasmando la imagen de Jesús y de María en su propia vida.
LEMA
UN SOL QUE IRRADIA AMOR
Uno de los grandes anhelos de la Madre Caridad era el de obtener del Santo Padre el permiso para que, en la capilla de la Casa Madre, el Santísimo Sacramento estuviera expuesto en la custodia de día y de noche, porque la Eucaristía debía ser el centro de la vida de las religiosas de su Congregación y obtuvo este anhelo tan deseado a fuerza de oración y sacrificios, que ahora lo tenemos como herencia de nuestra Fundadora.
AMOR Y VENERACION A LOS SACERDOTES
En la vida de San Francisco de Asís se destaca admirablemente el respeto y amor por los sacerdotes. Quería que se les tuviera gran veneración porque por ellos Cristo se hace presente en la Eucaristía, llevan el sello indeleble de su consagración y serán sacerdotes por toda la eternidad. La Madre Caridad, fiel seguidora de las enseñanzas del Santo, siempre respetó la dignidad del sacerdote; no permitía que se hablara mal de ninguno y cubrió con el manto de la caridad las faltas que se llegaran a conocer de algunos de ellos. Cuando recibía la noticia de algún sacerdote que se había alejado de su compromiso sacerdotal, intensificaba su oración y súplicas hasta obtener que la oveja descarriada volviera al buen camino; hay testimonios fidedignos de la conversión de algunos, merced a su constante oración. Pedía a las religiosas que rezaran mucho por los sacerdotes porque ellos son especialmente la luz del mundo y la sal de la tierra; ella misma daba el ejemplo de su frecuente y fervorosa oración por su santificación.
"Todo por amor a Dios y como Él lo quiere" fue el lema con el que la Madre Caridad quiso sellar todas sus acciones, enmarcar sus actividades, y aceptar todas las dificultades o las pruebas que el Señor le enviara a ella y a su Instituto.
UN SOL QUE IRRADIA AMOR
Uno de los grandes anhelos de la Madre Caridad era el de obtener del Santo Padre el permiso para que, en la capilla de la Casa Madre, el Santísimo Sacramento estuviera expuesto en la custodia de día y de noche, porque la Eucaristía debía ser el centro de la vida de las religiosas de su Congregación y obtuvo este anhelo tan deseado a fuerza de oración y sacrificios, que ahora lo tenemos como herencia de nuestra Fundadora.
AMOR Y VENERACION A LOS SACERDOTES
En la vida de San Francisco de Asís se destaca admirablemente el respeto y amor por los sacerdotes. Quería que se les tuviera gran veneración porque por ellos Cristo se hace presente en la Eucaristía, llevan el sello indeleble de su consagración y serán sacerdotes por toda la eternidad. La Madre Caridad, fiel seguidora de las enseñanzas del Santo, siempre respetó la dignidad del sacerdote; no permitía que se hablara mal de ninguno y cubrió con el manto de la caridad las faltas que se llegaran a conocer de algunos de ellos. Cuando recibía la noticia de algún sacerdote que se había alejado de su compromiso sacerdotal, intensificaba su oración y súplicas hasta obtener que la oveja descarriada volviera al buen camino; hay testimonios fidedignos de la conversión de algunos, merced a su constante oración. Pedía a las religiosas que rezaran mucho por los sacerdotes porque ellos son especialmente la luz del mundo y la sal de la tierra; ella misma daba el ejemplo de su frecuente y fervorosa oración por su santificación.
sábado
Religiosas Franciscanas de María Inmaculada
Quienes Somos?
Somos la Congregación de Hermanas Franciscanas de María Inmaculada , fundada Por LA MADRE CARIDAD BRADER ZAHNER, en Túquerres Colombia, en 1983, es un Instituto de Derecho pontificio, en la Iglesia hace la profesión de observar el Santo Evangelio, según la Regla y Vida de los Hermanos y Hermanas de la tercera Orden Regular de San Francisco de Asís.
La Congregación está distribuida en seis Provincias, presente en quince países: Benín, Colombia, Costa Rica, Cuba, honduras, Ecuador, El Salvador, Guatemala, México Malí, Nicaragua, Perú, Panamá, Suiza.
NUESTRO CARISMA
Es un don del Espíritu para vivir y anunciar el Evangelio como Hermanas Menores, en permanente disponibilidad a la voluntad de Dios, insertas en un mundo necesitado.
MISION
Vivir nuestra Consagración, según el Espíritu de las Bienaventuranzas, en profunda experiencia de fe, siendo testigos del Reino, viviendo el Lema de la Madre Caridad: “TODO POR AMOR A DIOS Y COMO EL LO QUIERE”. Explicitamos nuestra Consagración Misión como contribución especifica a la labor evangelizadora de la Iglesia a través de:
• Pastoral educativa, se educa a la persona desde la formación integral en su medio cultural, desde una fe viva y personal, capacitándolo para contribuir al bien de la comunidad humana y para ser miembros activos de la Iglesia.
• Pastoral misionera. Somos fermento de conciencia misionera, para que nazca y crezca la palabra en el corazón de los hombres y mujeres, con el espíritu misionero de nuestra fundadora.
• Pastoral social. Tratamos de conocer la situación real del hombre y de la mujer, para atender sus necesidades, para ayudar a que tengan dignidad de persona humana que les corresponde en el plan de Dios.
"TODO POR AMOR A DIOS Y COMO EL LO QUIERE" M.C
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